Vía: Pilar Rubio Remiro El País.com, 16 de agosto de 2008
Maniobra política o interés personal. La leyenda acompaña al conquistador en su misteriosa parada en el oasis egipcio de Siwa.
Del templo del oráculo de Amón, en el oasis de Siwa, sólo quedan hoy escuálidos muros. Fue, como Delfos o Mileto, uno de los lugares más famosos de la antigüedad. Un lugar de peregrinaje anclado en un desierto feroz. El tiempo pasa y hoy se puede llegar a él en autobús de línea, pero antaño este viaje era arduo y penoso. ¿Por qué Alejandro Magno hizo un extraño alto en su camino a Asia y quiso ir a consultarlo arriesgando una vez más su vida? Nunca habló de sus razones. No confesó ni sus preguntas ni las respuestas, razón por la cual este viaje misterioso inspira siempre en sus biografías un surtido ramillete de hipótesis. La principal tiene que ver con la soberbia. Parece probado que Alejandro deseaba dar por cierto su origen divino. Quería saber, entre otras cosas, si era hijo de Zeus, la deidad que se manifestaba en este oráculo del remoto desierto líbico con el nombre de Amón. El rey macedonio sigue desplegando ante nosotros una fascinación intacta, como lo prueba la cantidad de títulos sobre él que se encuentran ahora en las librerías. Quizá sea por la belleza de un espíritu en la infatigable exploración de sus límites. Seguir leyendo...
Via TERRAE ANTIQVAE
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