Cuenta la mitología que el ombligo del mundo se encuentra en una de las laderas del Monte Parnaso (al norte del golfo de Corinto, en Grecia). El mito relata que Zeus mandó volar a dos águilas desde dos puntos opuestos del Universo. Las águilas llegaron a encontrarse aquí, en Delfos, donde una piedra cónica llamada ónfalos muestra el lugar. La piedra, en forma de medio huevo, fue encontrada durante las excavaciones cerca del templo de Apolo. Estas piedras que representan el ombligo del mundo eran un símbolo del centro, del lugar donde empezaría la creación del mundo. Al colocarlas en un determinado espacio, lo sacralizaban y lo convertían en el centro religioso. En el caso del ónfalos de Delfos, así fue y este santuario se convirtió en el ombligo o centro religioso de toda Grecia. En algunas monedas encontradas en el recinto se puede ver la imagen del ónfalos, esquematizada y representada por un punto en el centro de un círculo. El ónfalos se halla expuesto en el museo de Delfos.
Allá por el siglo XIII a.C., se construyó en ese lugar un templo donde funcionaba el oráculo de la Madre Tierra. El nombre de Pitio fue tomado de la serpiente Pitón que vivía en una cueva de estos parajes y a la que el dios Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría y ser él quien presidiera el oráculo. La mitología cuenta que después de dar muerte a la serpiente, Apolo guardó sus cenizas en un sarcófago y fundó en su honor unos juegos fúnebres que se llamaron Juegos Píticos, que consistían en pruebas atléticas, hípicas y concursos líricos. Más tarde corrió la leyenda de que ese sarcófago se hallaba enterrado debajo del ónfalos, en el templo de Apolo en Delfos. Del nombre de Pitón derivó el de Pitia o Pitonisa, nombre que se le fue dando a las mujeres que emitían el oráculo. Las candidatas a Pitias tenían que ser jóvenes, vírgenes y nacidas en Delfos (refiere Robert Graves, en su libro Los mitos griegos, que desde el día en que un devoto sedujo a la Pitia de turno, las empezaron a elegir mayores de cincuenta años). Al templo de Apolo se le llamaba también Pition y al mismo Apolo en Delfos se le llamó Apolo Pitio.
En los tiempos de mayor esplendor del oráculo, las personas viajaban largas distancias y soportaban igualmente largas esperas para preguntarle qué les deparaba el destino. Apolo les respondía a través de la voz de las sacerdotisas (las respuestas solían ser oscuras y ambiguas). El oráculo de Delfos le advirtió a Layo, rey de Tebas, que si tenía un descendiente varón, éste lo iba a matar. Tiempo después, la esposa de Layo dio a luz un varoncito. Temeroso de la profecía, el rey abandonó a su hijo en la montaña. El pequeño sobrevivió, lo llamaron Edipo y lo criaron en la corte de Pólibo, rey de Corinto. Años más tarde, el oráculo le advirtió a Edipo: “¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!”. La funesta profecía se cumplió al pie de la letra y permitió que, siglos después, el nombre de Edipo fuera usado para designar a un incestuoso complejo psicológico.
Orestes es otro de los famosos que consultó al oráculo de Delfos. Quería saber si debía matar a su madre, que había asesinado vilmente a Agamenón, esposo de ella y padre de Orestes. La respuesta fue que debía matarla si no quería convertirse en un paria y enfermar de lepra. Ante tan inquietante presagio, y dado que contaba con el aval de Apolo, Orestes decidió cometer matricidio.
Pero estos son mitos. En la vida real, gobernantes, militares y particulares viajaban a Delfos para consultar al oráculo. Así lo hizo Creso (560 -546 a.d.C.) que fue el último rey de Lidia. Se cuenta de él que en una ocasión vino a Delfos a consultar el oráculo pues se estaba preparando para invadir el territorio persa y quería saber si el momento era propicio. El oráculo fue así: ἤν στρατεύηται ἐπὶ Πέρσας, μεγάλην ἀρχήν μιν καταλύσειν "Si organizas una expedición contra los persas, destruirás un gran imperio". La respuesta se interpretó como favorable y dando por hecho que el gran imperio era el de los persas. Pero el "gran imperio" que se destruyó en aquel encuentro fue el suyo, y Lidia pasó a poder de los persas. Esto es un ejemplo de la ambigüedad en las respuestas. Muchas de ellas fueron recogidas por autores clásicos. En realidad el oráculo no trataba de adivinar los hechos sino de dar buenos consejos, cosa que no era demasiado difícil pues en el santuario se disponía de la última noticia y de los últimos acontecimientos del mundo conocido.
Con el paso de los siglos y la aparición del cristianismo, la popularidad del oráculo fue disminuyendo. El emperador romano Teodosio I mandó clausurarlo en el año 381.
Allá por el siglo XIII a.C., se construyó en ese lugar un templo donde funcionaba el oráculo de la Madre Tierra. El nombre de Pitio fue tomado de la serpiente Pitón que vivía en una cueva de estos parajes y a la que el dios Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría y ser él quien presidiera el oráculo. La mitología cuenta que después de dar muerte a la serpiente, Apolo guardó sus cenizas en un sarcófago y fundó en su honor unos juegos fúnebres que se llamaron Juegos Píticos, que consistían en pruebas atléticas, hípicas y concursos líricos. Más tarde corrió la leyenda de que ese sarcófago se hallaba enterrado debajo del ónfalos, en el templo de Apolo en Delfos. Del nombre de Pitón derivó el de Pitia o Pitonisa, nombre que se le fue dando a las mujeres que emitían el oráculo. Las candidatas a Pitias tenían que ser jóvenes, vírgenes y nacidas en Delfos (refiere Robert Graves, en su libro Los mitos griegos, que desde el día en que un devoto sedujo a la Pitia de turno, las empezaron a elegir mayores de cincuenta años). Al templo de Apolo se le llamaba también Pition y al mismo Apolo en Delfos se le llamó Apolo Pitio.
En los tiempos de mayor esplendor del oráculo, las personas viajaban largas distancias y soportaban igualmente largas esperas para preguntarle qué les deparaba el destino. Apolo les respondía a través de la voz de las sacerdotisas (las respuestas solían ser oscuras y ambiguas). El oráculo de Delfos le advirtió a Layo, rey de Tebas, que si tenía un descendiente varón, éste lo iba a matar. Tiempo después, la esposa de Layo dio a luz un varoncito. Temeroso de la profecía, el rey abandonó a su hijo en la montaña. El pequeño sobrevivió, lo llamaron Edipo y lo criaron en la corte de Pólibo, rey de Corinto. Años más tarde, el oráculo le advirtió a Edipo: “¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!”. La funesta profecía se cumplió al pie de la letra y permitió que, siglos después, el nombre de Edipo fuera usado para designar a un incestuoso complejo psicológico.
Orestes es otro de los famosos que consultó al oráculo de Delfos. Quería saber si debía matar a su madre, que había asesinado vilmente a Agamenón, esposo de ella y padre de Orestes. La respuesta fue que debía matarla si no quería convertirse en un paria y enfermar de lepra. Ante tan inquietante presagio, y dado que contaba con el aval de Apolo, Orestes decidió cometer matricidio.
Pero estos son mitos. En la vida real, gobernantes, militares y particulares viajaban a Delfos para consultar al oráculo. Así lo hizo Creso (560 -546 a.d.C.) que fue el último rey de Lidia. Se cuenta de él que en una ocasión vino a Delfos a consultar el oráculo pues se estaba preparando para invadir el territorio persa y quería saber si el momento era propicio. El oráculo fue así: ἤν στρατεύηται ἐπὶ Πέρσας, μεγάλην ἀρχήν μιν καταλύσειν "Si organizas una expedición contra los persas, destruirás un gran imperio". La respuesta se interpretó como favorable y dando por hecho que el gran imperio era el de los persas. Pero el "gran imperio" que se destruyó en aquel encuentro fue el suyo, y Lidia pasó a poder de los persas. Esto es un ejemplo de la ambigüedad en las respuestas. Muchas de ellas fueron recogidas por autores clásicos. En realidad el oráculo no trataba de adivinar los hechos sino de dar buenos consejos, cosa que no era demasiado difícil pues en el santuario se disponía de la última noticia y de los últimos acontecimientos del mundo conocido.
Con el paso de los siglos y la aparición del cristianismo, la popularidad del oráculo fue disminuyendo. El emperador romano Teodosio I mandó clausurarlo en el año 381.
Grietas, vapores y vaticinios.
De acuerdo con los relatos de la época, la Pitia atendía en una cámara ubicada en el corazón del templo. Se sentaba en un trípode, caía en un estado de trance y respondía las preguntas que le hacían. Era creencia común que el trance lo provocaban los vapores que brotaban de unas grietas en el suelo de la cámara. Las grietas y los vapores son mencionados en los escritos de Heródoto, Cicerón, Plinio el Viejo y Plutarco (este último, célebre autor de las Vidas paralelas, fue sacerdote de Apolo en Delfos). A Plutarco se le deben las primeras hipótesis acerca del origen geológico de los vapores que, según su descripción, despedían un aroma dulce. La historia de las grietas y los vapores fue descartada durante la primera mitad del siglo XX, principalmente por falta de evidencias. Sin embargo, a fines de siglo, los estadounidenses John Hale (arqueólogo), Jelle de Boer (geólogo), Jeff Chanton (químico) y Rick Spiller (toxicólogo), demostraron que, después de todo, los antiguos cronistas no estaban tan errados. El arqueólogo y el geólogo descubrieron que la cámara del oráculo estaba erigida exactamente sobre el punto de intersección de dos fracturas de la corteza terrestre. Debajo del templo se encontraron grietas en la roca, producidas por la tensión entre las fracturas, y un importante depósito de hidrocarburos de origen orgánico, que bien podía ser la fuente de los vapores mencionados por los autores de antaño. El químico detectó en el lugar la presencia de etileno. El toxicólogo confirmó que se trata de un gas de olor dulce, que produce un estado de trance sin pérdida del conocimiento. Quienes lo aspiran sienten euforia y la sensación de abandonar el cuerpo, pero pueden permanecer sentados y responder preguntas (como lo hacían las Pitias).
De acuerdo con los relatos de la época, la Pitia atendía en una cámara ubicada en el corazón del templo. Se sentaba en un trípode, caía en un estado de trance y respondía las preguntas que le hacían. Era creencia común que el trance lo provocaban los vapores que brotaban de unas grietas en el suelo de la cámara. Las grietas y los vapores son mencionados en los escritos de Heródoto, Cicerón, Plinio el Viejo y Plutarco (este último, célebre autor de las Vidas paralelas, fue sacerdote de Apolo en Delfos). A Plutarco se le deben las primeras hipótesis acerca del origen geológico de los vapores que, según su descripción, despedían un aroma dulce. La historia de las grietas y los vapores fue descartada durante la primera mitad del siglo XX, principalmente por falta de evidencias. Sin embargo, a fines de siglo, los estadounidenses John Hale (arqueólogo), Jelle de Boer (geólogo), Jeff Chanton (químico) y Rick Spiller (toxicólogo), demostraron que, después de todo, los antiguos cronistas no estaban tan errados. El arqueólogo y el geólogo descubrieron que la cámara del oráculo estaba erigida exactamente sobre el punto de intersección de dos fracturas de la corteza terrestre. Debajo del templo se encontraron grietas en la roca, producidas por la tensión entre las fracturas, y un importante depósito de hidrocarburos de origen orgánico, que bien podía ser la fuente de los vapores mencionados por los autores de antaño. El químico detectó en el lugar la presencia de etileno. El toxicólogo confirmó que se trata de un gas de olor dulce, que produce un estado de trance sin pérdida del conocimiento. Quienes lo aspiran sienten euforia y la sensación de abandonar el cuerpo, pero pueden permanecer sentados y responder preguntas (como lo hacían las Pitias).
No hay comentarios:
Publicar un comentario