Templo de Júpiter - Baalbeck
Es el polvorín de Oriente Próximo, pero recorrerlo permite conocer la historia de la humanidad en una magnífica lección de vida y alegría.
Sabiendo que limita al sur con Israel y al norte con Siria, es fácil entender que los escasos diez mil kilómetros cuadrados que conforman el Líbano son una de las zonas más calientes del planeta, geoestratégica y políticamente hablando.
Crisol de razas, credos y nacionalidades, en el Líbano conviven en precario equilibrio musulmanes sunnitas, alauitas y chiítas con cristianos ortodoxos, maronitas y drusos, lo que confiere al país mediterráneo una riqueza étnica y religiosa que, a veces, parece haber sido una maldición para un estado cuya accidentada geografía se adapta perfectamente a la complejidad social que le resulta característica. En apenas un puñado de kilómetros, el viajero pasa de estar en las altas cumbres nevadas de la Cordillera del Líbano a poder relajarse en la orilla del Mar Mediterráneo.
Todas estas diversidades, además, se dan en un país que viene siendo actor principal de la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Porque si el Líbano es el país de los fenicios por excelencia, por sus tierras han pasado todas las grandes civilizaciones de la historia, desde los sumerios y los egipcios a los romanos, los griegos, los bizantinos y, por supuesto, los árabes.
Y de todo ello han quedado indelebles e impresionantes huellas culturales y monumentales, por supuesto, lo que convierte una visita al Líbano no sólo en un apasionante viaje en el espacio, sino también en un viaje en el tiempo que permite recorrer, íntegramente, la historia de la humanidad.
Perfecto reflejo de ello es, muy cerca de Beirut, el espacio arqueológico llamado Nahr El-Kalb, un promontorio montañoso frente al Mediterráneo en el que todos los monarcas que conquistaron el Líbano dejaron una monumental estela victoriosa acerca de su grandeza incrustada entre las rocas. Maravilla ver, como si de un pétreo álbum de autógrafos históricos se tratara, las huellas de personajes como el rey asirio Asarhaddon, el babilonio Nabucodonosor, el egipcio Ramsés II, el romano Marco Aurelio y, más cercano, el mismísimo Napoleón III, sin olvidar las estelas que los británicos y franceses erigieron con motivo de sus victorias en las contiendas mundiales.
La joya de la corona libanesa, para quienes disfrutan con el turismo cultural, está constituida por los restos arqueológicos de Baalbek, declarados Patrimonio de la Humanidad desde 1984 y que albergan la superposición de diversos templos religiosos, desde el dedicado al dios Baal cananeo a la Heliopolis helenística, llegando hasta el más visible y reconocible templo de Júpiter romano, el más grande de los construidos por el Imperio en toda su historia, de forma que las seis impresionantes columnas que del mismo quedan en pie son las más altas nunca erigidas por los romanos, por lo que no es de extrañar que ocho idénticas a ellas terminaran exportadas a Constantinopla, para contribuir a la portentosa elevación de Santa Sofía.
Templos de Baco y Venus
Crisol de razas, credos y nacionalidades, en el Líbano conviven en precario equilibrio musulmanes sunnitas, alauitas y chiítas con cristianos ortodoxos, maronitas y drusos, lo que confiere al país mediterráneo una riqueza étnica y religiosa que, a veces, parece haber sido una maldición para un estado cuya accidentada geografía se adapta perfectamente a la complejidad social que le resulta característica. En apenas un puñado de kilómetros, el viajero pasa de estar en las altas cumbres nevadas de la Cordillera del Líbano a poder relajarse en la orilla del Mar Mediterráneo.
Todas estas diversidades, además, se dan en un país que viene siendo actor principal de la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Porque si el Líbano es el país de los fenicios por excelencia, por sus tierras han pasado todas las grandes civilizaciones de la historia, desde los sumerios y los egipcios a los romanos, los griegos, los bizantinos y, por supuesto, los árabes.
Y de todo ello han quedado indelebles e impresionantes huellas culturales y monumentales, por supuesto, lo que convierte una visita al Líbano no sólo en un apasionante viaje en el espacio, sino también en un viaje en el tiempo que permite recorrer, íntegramente, la historia de la humanidad.
Perfecto reflejo de ello es, muy cerca de Beirut, el espacio arqueológico llamado Nahr El-Kalb, un promontorio montañoso frente al Mediterráneo en el que todos los monarcas que conquistaron el Líbano dejaron una monumental estela victoriosa acerca de su grandeza incrustada entre las rocas. Maravilla ver, como si de un pétreo álbum de autógrafos históricos se tratara, las huellas de personajes como el rey asirio Asarhaddon, el babilonio Nabucodonosor, el egipcio Ramsés II, el romano Marco Aurelio y, más cercano, el mismísimo Napoleón III, sin olvidar las estelas que los británicos y franceses erigieron con motivo de sus victorias en las contiendas mundiales.
La joya de la corona libanesa, para quienes disfrutan con el turismo cultural, está constituida por los restos arqueológicos de Baalbek, declarados Patrimonio de la Humanidad desde 1984 y que albergan la superposición de diversos templos religiosos, desde el dedicado al dios Baal cananeo a la Heliopolis helenística, llegando hasta el más visible y reconocible templo de Júpiter romano, el más grande de los construidos por el Imperio en toda su historia, de forma que las seis impresionantes columnas que del mismo quedan en pie son las más altas nunca erigidas por los romanos, por lo que no es de extrañar que ocho idénticas a ellas terminaran exportadas a Constantinopla, para contribuir a la portentosa elevación de Santa Sofía.
Templos de Baco y Venus
Pero si colosal resulta el templo de Júpiter, no menos atractivos son los anexos templos de Baco y Venus, componiendo dicha triada monumental un canto a una vida ritual que comenzaría por la purificación en el lugar dedicado a Júpiter, para continuar por la embriaguez de los sentidos en el recinto de Baco y, un poco más retirado, los dominios de Venus se destinarían a la consumación del amor más físico y carnal.
Para los amantes del turismo menos pétreo, dotado de rostro y sensaciones más humanas, nada como un lento y sosegado paseo por los bulliciosos zocos medievales de ciudades históricas, como Tiro o Sidón, para encontrarse sumergidos en un vibrante mar de cuerpos, voces, sonidos, olores y colores que nos recuerdan que estamos en dos de las grandes ciudades-estado fenicias que 'inventaron' el comercio, y cuyos barcos recorrieron incansablemente el Mare Nostrum, estableciendo colonias comerciales en todas las costas ribereñas del Mediterráneo.
Ofertas de compra y venta, ingeniosos reclamos a los transeúntes, regateos, altos en el camino para probar unas aceitunas, el olor del pan recién hecho, un té hirviendo, la música de las radios a todo volumen y las bicicletas serpenteando por las callejuelas del mercado convierten un paseo por los zocos en toda una aventura para los sentidos.
Cruce de caminos entre Oriente y Occidente, los fenicios aprovecharon el privilegiado espacio geográfico que ocupaban no sólo para enriquecerse con el comercio, sino para erigirse en uno de los pueblos científicamente más avanzados del mundo, como la aparición del primer alfabeto utilizado por el hombre vendría a atestiguar. Muy hábiles en las artes aplicadas al desarrollo comercial, sus industrias de la cerámica y el vidrio son afamadas y conocidas en todo el mundo.
Situado en la ruta de las Cruzadas, otro de los paisajes monumentales habituales del Líbano viene dado por los castillos y ciudadelas medievales que levantaban los soldados cristianos que iban a Jerusalén, a recuperar los Santos Lugares. En este sentido, el mejor conservado es el de Raymond de Saint-Giles, en la ciudad de Trípoli, encaramado en lo alto de la ciudad, conservando todo el sabor de las fortalezas del medioevo.
Para los amantes del turismo menos pétreo, dotado de rostro y sensaciones más humanas, nada como un lento y sosegado paseo por los bulliciosos zocos medievales de ciudades históricas, como Tiro o Sidón, para encontrarse sumergidos en un vibrante mar de cuerpos, voces, sonidos, olores y colores que nos recuerdan que estamos en dos de las grandes ciudades-estado fenicias que 'inventaron' el comercio, y cuyos barcos recorrieron incansablemente el Mare Nostrum, estableciendo colonias comerciales en todas las costas ribereñas del Mediterráneo.
Ofertas de compra y venta, ingeniosos reclamos a los transeúntes, regateos, altos en el camino para probar unas aceitunas, el olor del pan recién hecho, un té hirviendo, la música de las radios a todo volumen y las bicicletas serpenteando por las callejuelas del mercado convierten un paseo por los zocos en toda una aventura para los sentidos.
Cruce de caminos entre Oriente y Occidente, los fenicios aprovecharon el privilegiado espacio geográfico que ocupaban no sólo para enriquecerse con el comercio, sino para erigirse en uno de los pueblos científicamente más avanzados del mundo, como la aparición del primer alfabeto utilizado por el hombre vendría a atestiguar. Muy hábiles en las artes aplicadas al desarrollo comercial, sus industrias de la cerámica y el vidrio son afamadas y conocidas en todo el mundo.
Situado en la ruta de las Cruzadas, otro de los paisajes monumentales habituales del Líbano viene dado por los castillos y ciudadelas medievales que levantaban los soldados cristianos que iban a Jerusalén, a recuperar los Santos Lugares. En este sentido, el mejor conservado es el de Raymond de Saint-Giles, en la ciudad de Trípoli, encaramado en lo alto de la ciudad, conservando todo el sabor de las fortalezas del medioevo.
Via: Cultura Clásica.com
2 comentarios:
Me ha encantado la entrada. Líbano es uno de los países que tengo en mi lista para visitar lo antes posible. Hace unos tres años estuve a punto de ir desde Siria sobre todo por visitar Baalbek que nos pillaba más cerca, pero la situación políca era tan convulsa que preferí esperar y aprovechar para ver el país con tiempo.
El Líbano tiene además las mejores bailarinas de danza oriental del mundo (la gran Amani), y de las mejores cantanes (Nancy Ajram o Nawja Karman).
Un saludo muy fuerte.
No hay que olvidar que las ruinas de
Baalbeck se llamava Heliopolis la ciudad del Sol....erigida pelos griegos mui antes de los romanos.
El templo de Jupiter na realidad se llamava templo de Zeus y tambien
griego .....
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