…Yo a cambio del robo del fuego
les daré a los hombres un mal
con el que todos se alegren de corazón
acariciando con cariño su propia desgracia.
Hesíodo, Trabajos y días, v. 56-58
La noche estaba serena, límpida, un manto estrellado se extendía sobre la tierra, el gélido frío externo era repelido por llamas de fuego que bailaban en el hogar. Epimeteo, sentado en un jergón junto al fuego, observaba cómo se consumían y crujían los troncos de madera, maravillado por el espectáculo recientemente devuelto.
De repente, dulces sonidos provenientes del exterior lo sacan de su ensimismamiento y de sus recuerdos del pasado. Se levanta con dificultad, se acerca a la puerta con curiosidad, la abre para descubrir un espectáculo maravilloso, un animal extraordinario, en todo semejante a él, pero también diferente. Una diosa, una diosa de una belleza semejante a Afrodita Citerea, permanece de pie junto al umbral. La blancura de su cuerpo, la dulzura de su rostro y la esbeltez de sus miembros desatan su corazón, inoculando en él el veneno del amor. Veneno portado por la engañosa imagen, creada como falso regalo para castigar la impiedad que su hermano Prometeo cometió contra los divinos inmortales […]
Para leer el artículo completo: Proyecto ITINERA (XVII): La mujer, el castigo del hombre.